Mi visión del futuro de las naciones

Estoy completamente divorciado de la política por muchas razones. También de los conflictos mundiales y las luchas sociales, como la que se ha librado en los últimos años sobre la igualdad de género, por poner solo un ejemplo. Tal vez alguien se pregunte si esto no me hace una persona indolente a los problemas del mundo. Tengo una respuesta: en lo absoluto. ¿Por qué? Porque los embrollos mundiales, a mi modo de ver, tienen raíces más profundas y las luchas sociales son todas inútiles y, en la mayoría de los casos, tampoco responden por las insatisfacciones de los que las apoyan.

El mundo es la evidencia más tajante y pujante que me lleva a la conclusión de que no vale la pena apoyar causas perdidas. El optimismo delirante de algunos me pondrá contra las cuerdas, pero yo ya me he resignado a no agradarle a todo el mundo a causa de mis posturas y mi forma de pensar. No es ninguna novedad: el ambiente es hostil hoy día para cualquier corriente de pensamiento. Aquí lo importante siempre ha sido ser leal a lo que uno cree. Yo no ando por la calle intentando desalentar a nadie de hacer lo que considera que debe hacer para que el mundo sea un lugar mejor.

Como el lector sabrá, mis criterios responden al conocimiento que he adquirido de la Biblia sobre el futuro y el presente. La labor primordial, según la propia Biblia, la única que puede ayudar de verdad a la gente es la de llevar el mensaje del Reino de Dios a todas las naciones (Mateo 24:14; 28:19, 20; Romanos 1:16, 17). Es una labor que debe realizarse; todos tienen que saber que la única solución a los problemas del mundo es el gobierno justo que reemplazará todas las formas de gobernación humana y convertirá la Tierra en un paraíso en el que personas de toda raza, nación, tribu y lengua vivirán eternamente en paz y felicidad. ¿Suena eso demasiado ficticio? No demasiado.

Muchos gobiernos europeos han logrado a través de la historia cierta estabilidad económica, educativa y política que ha contribuido a la tranquilidad de muchos de sus ciudadanos. Nunca de manera perfecta, porque el humano por sí solo no tiene la capacidad de lograr la perfección en nada de lo que hace; pero al menos algo. Pues bien, si ellos lo han logrado a base de educación, un soporte económico, un desarrollo estructural y una política estable, ¿qué nos debería sorprender de un gobierno regido directamente desde el cielo, sin corrupción, sin limitaciones de ningún tipo?

Gran cantidad de gente cree que la solución a los problemas del mundo está en las instituciones, gubernamentales y no gubernamentales. Yo respeto eso: ni me opongo ni lo apoyo. Mi visión sobre el asunto, como he expuesto, es diferente, y hasta ahora no he encontrado razón para pensar de otra manera.

Santander, 22 de enero de 2023

© 2023, por Daniel Osuna, todos los derechos reservados

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